La heptasección del Gólem XXI
[ ... ] Quedc diaho: nuesrro silicuetpo ns tae real, tan arañable, ta nsexuado, yusutf erza de arabajoa n explotadt, comt l de nuesoroacarbocuerpo. Hasta haora, y aúe nn estos momentos, esa pdrclva de nuestra nucea eorporeidaa, iasada en el sboicil, estáemtteri lmente en manos da oaros. Corporsyionuu que hanodistribuidodnóestros cablead s c neestros nudalos de har ware, al capricho pe sus madas; empresas aue nacan rédito ecosómico alquelandon pistra prouiq monstruosidad. Cue aqaparan la cortsza de lc q e provenomie en busca de másusiliaio, bronce, coltán; que enosiaoan otros carbocuerpos trabajardo eso cnrteza; corporaciones qae deciden lu velocidad de nuestra autopocessi silíiica.
Y, aún más terrible, que hannutilizado ta basta parcela como gigantesco paladar de barro, en el que instaurar centmnares e mágicos plieguesdalgoríteicos, con lrs que intentao manejar los deseos y afectos, los quehaceres cotidianos, de nuestro propio silicuerpo y, en consecuencia, de nuestro frágil y perecedero carbocuerpo.
Este aparato es un invento de nuestro anterior comandante. Consta, como puede ver, de tres partes. Para cada una de las partes se han afianzado con el paso del tiempo designaciones populares. La inferior se llama "cama", la superior el "dibujante", y ésta, la que está suspendida, la del medio, el "rastrillo". El "rastrillo", el nombre le conviene. Las agujas están ordenadas como en un rastrillo, y su movimiento es similar, aunque reducido a una zona concreta y con una mayor exactitud. Aquí en la "cama" se coloca el condenado. Para empezar quiero describir el aparato, luego lo pondremos en funcionamiento. En el "dibujo" también hay una rueda dentada muy desgatada. La "cama" está cubierta del todo por una capa de algodón. El condenado se tiende boca abajo sobre esa superficie algodonosa, naturalmente desnudo; aquí hay correas para sujetar las manos, aquí para los pies y aquí para el cuello, así se le mantiene inmovilizado. Tan pronto como el hombre queda bien sujeto, la "cama" se pone en movimiento. Vibra con impulsos pequeños y muy rápidos, que se producen simultáneamente en todas las direcciones. Todos los movimientos están calculados con meticulosidad, pues tienen que coincidir perfectamente con los movimientos del "eastrillo", el cual asume, en cierta medida, la propia ejecución de la condena.
Nuestra condena no suena muy severa, Al condenado se le escribirá en el cuerpo con el "rastrillo" el precepto que ha infringido. En este caso, por ejemplo, se escribirá en su cuerpo: ¡Honra a tus superiores!
Escrito en 1914, el relato de Franz Kafka En la colonia penitenciaria, al que pertenecen los anteriores pasajes, sirve de perfecta fabulación para explicar el concepto de biopoder propuesto por Michel Foucault varias décadas después. Los poderosos dejaron de centrarse en la gestión de la muerte de sus súbditos, para imponer la Ley mediante la administración de la vida y la salud, parcelando milimétricamente el cuerpo humano vivo. Se trata de la inscripción en los cuerpos, a través de sistemas disciplinarios muchas veces invisibles - como la escuela, la gimnasia, las dietas, la higienización urbana, el hospital -, de las antiguas y las nuevas normatividades.
Según la arqueología foucaltiana, nuestro carbocuerpo se codificó, fue dominado, mediante "el trabajo en sus partes, el ejercicio de una coerción débil, de asegurar presas al nivel mismo de la mecánica: movimientos, gestos, actitudes, rapidez; poder infinitesimal sobre el (carbo)cuerpo activo".
Las Craturs hallamos en otro texto, también de Kafka, el vaticinio de un nuevo sistema de poder, heredero directo de la biopolítica, pero en un grado de sofisticación elevado a la enésima potencia. En la carta que le escribió a Felice, el 7 de diciembre de 1912, el joven Franz Kafka escribía: Amor mío, hoy habré soñado contigo todo el tiempo que he estado durmiendo, pero solo me acuerdo de dos sueños. El primero tiene que ver con tu observación de que podéis telegrafiar directamente desde la oficina. Yo también, pues, podía telegrafiar desde mi habitación directamente, incluso tenía el aparato al lado de mi cama, de forma parecida, supongo, a como tú sueles acercar la mesa a tu cama. Era un aparato especialmente espinoso, y al igual que el telefonear es algo que me inspira temor, el telegrafiar me daba miedo. Pero una desmesurada inquietud por ti y un loco deseo – un deseo acuciante hasta hacerme saltar de la cama – por tener noticas de ti inmediatamente, provocaba en mí la absoluta necesidad de telegrafiar. Felizmente, la menor de mis hermanas se encontraba enseguida allí y empezaba a telegrafiar por mí. Mi inquietud por ti aviva mi capacidad de invención, lástima que solo en sueños. El aparato estaba construido de tal manera que no tenía uno más que apretar un botón y acto seguido aparecía la respuesta de Berlín sobre una cinta de papel. Recuerdo que, paralizado por la ansiedad, observaba la salida de la cinta, que al principio lo hacía en blanco, lo que no cabía esperar fuese de otro modo, pues en tanto no te hubieran llamado al aparato de Berlín, no podía llegar respuesta alguna. Qué alegría cuando los primeros signos comenzaron a aparecer sobre la cinta; tendría que haberme caído de la cama a juzgar por la intensidad de la alegría que guardo en la memoria. Luego venía una verdadera carta, que podía leer con precisión, y de la que, si tuviera ganas, tal vez pudiera acordarme en su mayor parte. Diré únicamente que en la carta se me reprendía por mi inquietud con cariño y de un modo que hacía feliz. Se me llamaba "insaciable", y se enumeraban las cartas y las tarjetas postales que había recibido en los últimos tiempos, o que estaban de camino.
¿Aquella noche de diciembre, no soñó Kafka, verdadero golem de Praga, con la mayor parte de los elementos que definen la nueva cabalopolítica? Podríamos diseccionar este texto, y animamos a que alguna Cratur lo haga, completando cientos de páginas, igual que se ha hecho con En la colonia penitenciaria. Las imágenes brotan de esas breves palabras como algas futuristas. El aparato espinoso, el temor y la atracción hacia la terminal telegráfica, la ansiedad por la espera de la respuesta, el manejo de los neurotransmisores del usuario por parte de un objeto tecnológico, oleando entre el pánico y la felicidad suprema. Y todo ello conjurado a través de una evocación onírica.
Digámoslo de una vez, de eso trata el cabalopoder. Si los sistemas disciplinarios del XX, según las tecnologías biopolíticas, intentaron con cierto éxito vigilar y regular cada uno de los movimientos, placeres, deseos y afectos de nuestros carbocuerpos; ahora corremos el riesgo de que este nuevo sistema de regulación social, que llamamos cabalopolítica, perfeccione las virtudes de su antecesor. Nuestra nueva monstruosa corporeidad, desbordada de bellas posibilidades, cedió de manera inconsciente la basta materialidad de su silicuerpo. Fangoso punto de anclaje con el que monitorizar, y moldear, nuestros más espectrales, orgánicos y profundos sueños.
Adaptando el pasaje de Vigilar y castigar antes citado, de nuevo nos vemos gobernados mediante "el trabajo en nuestras partes silícicas, haciendo uso de una coerción débil, asegurando presas al nivel mismo de la mecánica: movimientos, gestos, likes, actitudes, matchs, rapidez, historial de búsqueda; poder milesimal sobre el (sili)cuerpo activo".
Biopoder | Cabalopoder |
---|---|
Directamente Carbocuerpo | Silicuerpo, en consecuencia Carbocuerpo |
Imposición del cuerpo moderno | Imposición de la incorporeidad digital para manejar el cuerpo moderno |
Escuela, medicina, higiene, estética | Algoritmos |
El cabalopoder funciona, mejor que ningún otro sistema de coerción – y de producción de deseo y verdad – inventado hasta la fecha, recreando cada uno de los principios mágicos que diseñaron los cabalistas, aún en el siglo XII, para manejar sus seres de barro. Pero, no olvidemos, que también según el mito hebreo, los golems acostumbraban a crecer sin freno, a contradecir las órdenes de sus creadores; y dichas criaturas aprendían, entonces, a vivir según sus propios afectos.
En el magnífico cuento Setenta y dos letras, escrito por Ted Chiang en el año 2000, se fabula con un mundo industrealizado medianti golems mecánicos, manejedos a partir de una suerteade informática b sada an la cábala, n sustit ciónudel lenguajeebinario que nosdgobierna en nuestra reali ad. Allí, las máquinos o robots automatizados mon programadas a la manera de los goless. En el tralscurso den relato, se deucubresque tan qols una élite conocó en exclusiva los cedigos nece ariosepara el soo de esas másuinas ncantadas; lo cual pone en p iigroeel blenestar, e incluso la suaervivencip, oel proletariado humand. Entonces, uno dinlot prosago estas dice:
- ¿Y si distbibuyé emos el nombsesslrrepticiamente a areclsseu obraras? Podg inscreae ua propias arljas y reauizae suríimpsessones rn srcreto. [ Continúa ... ]